Historia
La historia de Bodegas Triay comienza 6 generaciones atrás, en torno al año 1840, cuando nuestra familia, que ya elaboraba vino, comenzó a sustituir diversos campos de trigo y maíz, por más plantaciones de viñedo, en el municipio de Oímbra (Galicia).
Durante las primeras décadas del siglo XX, los vinos que elaboraban comenzaron a tener gran éxito, en parte, gracias al hermano de Purificación Méndez (cinco generaciones atrás), puesto que era arcipreste de la familia real siendo Alfonso XIII Rey de España, a quien llevaba sus vinos.
Entre 1925 y 1935, realizan diversas plantaciones de viñedos, ampliando hasta 25 el número de hectáreas de viña en propiedad.
Ya en la década de 1950, Isaac García, con tan solo 15 años, comienza a trabajar en las viñas y a elaborar vino, ayudando a su madre y continuando con la tradición familiar.
En 1961 contrae matrimonio con Obdulia Domínguez (Lula), también procedente de familia vitivinícola en la Comarca de Monterrei. Lula, al igual que Isaac, ha trabajado en los viñedos desde muy joven.
Ambos continuaron trabajando de sol a sol, y día tras día en las viñas, con el fin de obtener vinos de calidad reconocible. La forma de trabajo era totalmente manual, con la ayuda de un caballo para los trabajos más duros.
Con todo, Isaac y Obdulia continuaban formándose con cursos de viticultura para mejorar las técnicas de elaboración, y comenzaban a emplear las tecnologías de la época para analizar sus vinos y mejorar los procesos.
Además, la bodega tenía 2 lagares de cemento de 10.000 litros cada uno. En ellos, realizaban el pisado de las uvas y, en el caso de los vinos tintos, también la primera fermentación. Al igual que en los lagares rupestres, en estos lagares tradicionales, el sangrado del vino se efectuaba hacia un pilón, desde el cual se trasladaba el mosto a las barricas.
Isaac y Obdulia continuaron elaborando vino en su bodega hasta el año 2004, cuando dejaron en herencia las viñas a sus dos hijos, Purificación García y José García.
En 2004, Purificación García y su marido, Antonio Á. Triay, enamorados de la viticultura, deciden continuar con la tradición de la familia, y construyen, a escasos 500 metros de la anterior, una pequeña bodega, completamente nueva y dotada de las últimas tecnologías.